El Departamento de Trabajo de Estados Unidos reveló que durante el mes de junio la tasa de desempleo cayó a un 11.1%, como consecuencia de los 4,8 millones de empleos nuevos, un síntoma que la que la recesión por el COVID-19 probablemente ha terminado en EE. UU. y que impulsa la reactivación de los países latinoamericanos.
Y aunque este crecimiento es el máximo alcanzado por este país desde que el gobierno comenzó a mantener registros, en 1939, la recuperación está amenazada por un alza de casos en el sur y el oeste del país que podría generar nuevos despidos.
Esta cifra récord responde al regreso de actividades de empresas no esenciales, como como restaurantes, bares, gimnasios y consultorios dentales, entre otros, quienes debieron cerrar para frenar la propagación de COVID-19.
Al respecto, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, reconoció esta semana el repunte de la actividad y afirmó que la economía “había entrado en una nueva fase importante y antes de lo esperado”, pero advirtió que la perspectiva “es extraordinariamente incierta” y dependería de “nuestro éxito en contener el virus”.
Diversos economistas y analistas coinciden en que la explosión en el aumento de empleos es una consecuencia del Programa de Protección de Cheques de Pago (PPP) del gobierno, que otorga préstamos a las empresas que pueden ser parcialmente perdonados si se usan para salarios.
Sin embargo, también persiste una alarma por el agotamiento de estos préstamos, lo que ha desencadenado una nueva ola de despidos que mantiene nuevas solicitudes semanales de beneficios de desempleo extraordinariamente altas.